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http://www.nuevacristiandad.com.arPinturas descubiertas en el antiguo Egipto permiten suponer que los preservativos eran conocidos hace miles de años. En 1564 un anatomista indicaba que para evitar las enfermedades de transmisión sexual era conveniente utilizar una envoltura de lino. A mediados del siglo XVII un doctor inglés llamado Condom preconizaba su uso y por tal motivo con ese nombre es vulgarmente conocido.
El preservativo es considerado por algunos como el único medio para evitar el contagio del SIDA por vía genital Se lo publicita afirmando que su uso equivale al "sexo seguro" o "sin riesgos", por supuesto, el riesgo de contraer el SIDA. En universidades extranjeras las autoridades dejan preservativos en los dormitorios de los alumnos y en los baños de ambos sexos para tenerlos a mano. También se los puede comprar en las máquinas automáticas que venden cigarrillos o golosinas. El gobierno español entregó un millón de preservativos a chicos de ambos sexos de 14 a 17 años. En varios países se enseña su uso en las escuelas primarios a niños y niñas, en su mayoría impúberes, para ponerlos a salvo del SIDA en el futuro. Hay madres que les "gritan" a sus hijas cuando salen: "¡No te olvidés los preservativos!".
Los que publicitan el uso de los preservativos dan una falsa sensación de seguridad. Su eficacia es relativa pues no elimina el riesgo de lo infección. Dos estudios realizados en EE.UU. señalan que en parejas heterosexuales en que uno de sus miembros es portador del virus, las posibilidades del contagio en dos años usando preservativos son del 17% en el primer estudio y del 30% en el segundo. El índice menos desfavorable nos dice que el preservativo falla en una de cada seis relaciones. Es como jugar a la ruleta rusa con un revólver cargado con una bala. El fracaso de los preservativos proviene de deficiencias del látex, del uso incorrecto y de la rotura del mismo; Una grieta casi imperceptible, del tamaño del pinchazo de una aguja, deja pasar millones de virus. En las relaciones homosexuales las posibilidades de contagio se duplican por la obvia razón de que el preservativo se rompe fácilmente.
Algunos creen que evitando las ocasiones de mayor riesgo -trato con prostitutas, drogadictos y homosexuales- desaparecen las ocasiones de contagio. No piensan que en la Argentina hay 80.000 portadoras del virus que lo ignoran. En un examen médico de futuros conscriptos, 43 (1 cada 125) se encontraron con la desagradable sorpresa de ser portadores del virus. Hace poco conocimos el caso de una joven de 20 años que se "entusiasmó" con un chico de 15, y luego de esas relaciones quedó infectada. ¡Un chico de 15 años! Además, cuando del SIDA se trata, si se mantienen relaciones genitales con una persona también se tienen con todas aquellas que anteriormente las tuvieron con esa persona. Como si fuera poco, expertos pronostican que la principal fuente de infección del SIDA en la década del 90 serán las relaciones heterosexuales en parejas ocasionales.
Entendemos que enseñar a los niños y a los jóvenes el uso de los preservativos los induce y estimula a gozar del placer genital. En el adolescente el goce satisfecho repetidamente se convierte en un deseo tiránico e incontrolable. Es el caso de aquel padre que enseñó a su hijo el uso de los preservativos, hasta que un día el joven le confiesa que ha dejado embarazada a una chica. El padre lo recrimina diciéndole; "¡Pero no te dije que usaras preservativos!". Y el hijo, justificándose, le contesta: ¡Papá! No tuve tiempo. Muchos jóvenes dicen: "Yo sé hasta dónde puedo llegar". Esta actitud responde a la inconsciente seguridad del joven en sí mismo. El joven ignora que las pasiones humanas se incuban lentamente. Desconoce que los actos deliberadamente cometidos una y otra vez, acrecientan la inclinación a repetirlos y terminan en la apetencia obsesiva de satisfacer el deseo, es decir, en el vicio o adicción. Cuando quiera decir "¡Basta!", será tarde porque ya está atrapado. Esto lo ignora el joven pero no puede ignorarlo el adulto. Bien sabe él que el deseo genital exacerbado es irreprimible. Aun no queriendo hacer una cosa no puede dejar de hacerla. Bien sabe él que cuando la pasión domina al hombre puede llegar a perversiones como el incesto, la violación o el abuso deshonesto. Esto sucede en todos los órdenes: la droga, el sexo, el alcohol, el dinero y golpear a las mujeres. Una vez cometido la falta el adicto se arrepiente y jura que será la última vez, lo que raramente se cumple.
Enseñar a los niños y a los adolescentes el uso de los preservativos conduce a formar conciencias en las que las relaciones genitales tienen por finalidad el goce y que el placer es la finalidad de la vida. El ambiente erótico que los rodea acelera el desarrollo de la pubertad y la adelanta, exacerba el deseo y multiplica las uniones genitales favoreciendo el contagio del SIDA. Si desde la niñez se carga a la computadora humana con imágenes, pensamientos y sensaciones eróticas no nos extrañemos si más tarde reacciona como un maniático sexual.
Se acusa a los que se oponen a los preservativos de no aceptarlos por tabúes religiosos o disquisiciones filosóficas ajenas a la realidad. Si los rechazamos no es por un capricho sino porque amamos o los hombres y queremos su felicidad, y consideramos que los preservativos más que beneficiarlos los perjudican, que son un mal mayor y no un mal menor como muchos honestamente los consideran. Entendemos, que al desvincular los medios de su finalidad -el sexo del amor- agravan el problema.
Dos hombres insospechables de defender supuestos tabúes occidentales, el político hindú Mahatma Gandhi, y el psicólogo vienés Sigmund Freud, coinciden con lo expuesto. El primero dijo: "Los anticonceptivos conducen a la satisfacción inmoderada de los deseos y son por lo tanto desmoralizantes y debilitantes". Y el segundo afirma: "El abuso del sexo siempre lleva a la violencia", "Inducir, a los niños a un excesivo exhibicionismo podría empeorar el desarrollo sexual" y "Cuando se trata al niño como un objeto sexual demasiado temprano, se le enseña a obtener una satisfacción que está obligado a repetir una y otra vez".
Para contener el SIDA en EE.UU. se han aferrado al preservativo creyendo que es un salvavidas cuando en realidad es un ancla que los arrastra hacia el fondo. No han atacado la causa -que es una concepción errónea de la sexualidad y de la vida- sino al último de los síntomas. Al fracasar los medidas adoptadas los errores se fueron sucediendo: primero, recomendar los preservativos; luego repartirlos gratis entre los adolescentes; más tarde, enseñar su uso a los niños, y últimamente, poner jeringas al alcance de los drogadictos endovenosos. Hace poco a un genitalista se le ocurrió lo idea de tratar a los niños con hormonas para retardar la pubertad.
La miopía histórica que no permite avizorar el futuro -y que es propio de quienes se aferran a ideologías- impone soluciones falsas que agravan los problemas. No cometamos la torpeza de no reconocer nuestros errores porque, así como una mentira trae otra mentira, un error trae otro error hasta llegar al caos.
La solución no está en los preservativos sino en reemplazar el sexo por el Amor, porque no es por casualidad que en esta sociedad que idolatra al sexo, hayan recrudecido las perversiones sexuales, los erotómanos, la infidelidad conyugal, los fracasos matrimoniales, las madres solteras, el aborto, la denatalidad, las violaciones, las enfermedades sexuales, la delincuencia, la droga, la corrupción y la violencia.
Si vivimos en el Amor, respetando la escala de valores por El creada, saldremos del pantano en que estamos metidos. La solución debe ser integral porque el abuso del sexo, la droga, la corrupción y la violencia siempre van de la mano.